"Y en esto del amor hay que usar la cabeza tanto como la entrepierna".
Isabel Arango, la hija de un matrimonio de inmigrantes asturianos y hermana de cuatro hermanos mayores, "creció intensa y desatada como el olor del café, jugando como un niño y odiando la costura. Isabel tenía un gusto por la danza muy raro", lo que hizo que a los dieciséis años tomara un tren con destino a la Ciudad de México, donde continuaría sus estudios de danza. Se hospedaría con la señora Prudencia Migoya, una mujer suave y trabajadora.
"Ese hombre en la cara lleva escrito el: Yo gano siempre y cuando pierdo arrebato".
En la danza, Isabel parecía una promesa y cualquiera que la hubiera visto bailar aquella tarde hubiera estado de acuerdo en que:"La vida valdrá la pena mientras haya en el mundo seres capaces de hacer magia cuando profesan una pasión".
Pero sobre todo, Javier Corzas descubrió esa fiereza majestuosa con la que se movía Isabel. Después de una invitación a comer, comenzaron a salir, a amarse como dos locos sin control, soltando promesas y tomando confianza, mucha confianza. Tanta, que Corzas decide dejar a Isabel con el corazón roto.
"Cuídate el corazón", oyó decir a su padre. "Te lo dejo", contestó ella.
Ella lloraba mientras bailaba; bailaba como nunca. Lloraba mientras comía, e incluso en sus sueños se sentía llorar. Prudencia la consentía y trataba de apoyarla, planeando una excursión hasta el pueblo de Amecameca, en las faldas de los volcanes. Los volcanes que parecen eternos, y donde Isabel se percató de que ni siquiera su llanto podía durar tanto, esperando que ningún desamor sea tan largo.ComentariosMe gusta creer que todos, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido algún tropiezo amoroso, y no solo tropiezos. Sino caídas de hocico. Desamores que se sienten como una caída libre desde un barranco, de esos que duelen y parece que ese dolor nunca va a salir del pecho.
"El futuro parecía suyo, pero por primera vez lo miró sin desafiarlo".Justo así es como imagino que Isabel se sentía. La primera vez que te rompen el corazón, el fallecimiento del primer amor, nunca es fácil, pero tampoco imposible.Mastretta nos muestra un relato de amor y pasión. Es una novela cruda para algunos, ya que no es una historia más con un final feliz (lo cual para mí la hace perfecta, tan real).En realidad, es un relato que te muestra lo más parecido a la realidad: ese momento en el que te sientes en las nubes. Das cualquier cosa por amor, pero ese amor de pronto se va a la borda.Es un libro que, en lo personal, me gusta mucho. Mi único "pero" para no amar por completo el libro es que me parece un relato que comienza con una historia bastante fuerte y termina con una historia a medias. Esto definitivamente es porque es una novela muy corta, pero que me gusta.
"Yo no soy de amores largos, ni de quedarme quieto, ni menos de llevarte por el mundo como si fueras mi rabo. Mejor me voy ahora que nos queremos tanto, me voy antes de que le lleguen los vicios a esto que nos ha salido tan bien".
Mastretta siempre ha tenido una narrativa feminista, con personajes de mujeres fuertes, capaces de salir adelante. Isabel pudo haberse quedado y casado como "las otras mujeres" (lo que no quiere decir que tampoco sea malo). Sin embargo, decidió seguir su sueño, y enamorarse nunca ha sido un pecado. Y por muy increíble que parezca para algunos, en pleno siglo XXI, existen mujeres que siguen con la educación de "las otras", aquellas que son criadas para ser amas de casa y quedarse para servir a un marido y a una familia.
"Es ley que de puro enamorado se llegue a no sentir hambre, ni cansancio, a no tratar con el tiempo y sus desmanes, a ser dueño de la luz y de la noche".
Una lectura apasionada que muestra otra ideología del poder que tiene la mujer para salir de esos clichés: "la mujer se queda en casa". Vivir la vida profesando la pasión y entrega en todo momento. Y sin miedo a enamorarse, ya que por muchas veces que puedas fallar en el amor, ningún desamor es eterno. Siempre hay algo más.Frases del libro:_"¿Por qué no te quedas a vivir y a tener hijos en paz?".
"¿Para que luego me dejen como yo a ustedes?".
"Ese hombre en la cara lleva escrito el: Yo gano siempre y cuando pierdo arrebato".
"Pero quisiste el cielo, no hay cielo eterno".
"Es ley bailar de amores, embriagarse, ir al cielo con zapatos y sin futuro, no tener miedo de morirse ni de estar vivo".
"Espero que ningún desamor sea tan largo. Pero mi breve paso por el cielo, ese sí que duró tantísimo".